Descubre Cómo Evitar la Clásica Trampa de los Cabos Sueltos

¿Uno de nuestros mayores problemas hoy? Que cada vez intentamos hacer más cosas, y que además cargamos con ellas a medias. Los frentes sin cerrar, los cabos sueltos, son una carga cada vez más pesada. Atarlos y atajarlos siempre es mejorar.

Decimos en los barcos que un cabo suelto en cubierta es un accidente a punto de ocurrir. Siempre hay que recogerlos y aclarar la maniobra para navegar sin sustos…

En la vida real esos cabos sueltos son temas pendientes, frentes abiertos, problemas sin cerrar, detalles sin aclarar y también tareas a medias que no se rematan. Son esas cosas que más temprano que tarde, van a perseguirte para exigirte tiempo, atención y energía, porque un día no quedaron bien atados.

Caminar en tus proyectos con muchos cabos sueltos tiene un efecto (negativo) multiplicador: en lugar de concentrarte en iniciar cosas nuevas, o volcar tus energías en avanzar en ese proyecto importante para ti, tienes que desgastarte en atender cosas que seguramente podrías haber cerrado con un poco de atención, profesionalidad o iniciativa.

Los cabos sueltos son cosas pequeñas que, por no atarse hoy con un pequeño gesto, te van a complicar mañana. Tal vez mucho.

¿La trampa? Casi no se ven…

Esos cabos sueltos suelen ser cosas pequeñas, a veces inapreciables o insignificantes, caso de reparar en ellas. Cosas que consciente o inconscientemente dejamos pasar porque no se ven. Pero están y se suman. Y están debajo de cosas cotidianas…

  • Emails no aclarados o incluso aquéllos que no llegan a enviarse.
  • Un comentario que se sugiere pero que no se termina de concretar.
  • Llamadas de teléfono poco específicas, donde se habla de todo y de nada a la vez.
  • Conversaciones de pasillo donde se comentan varias cosas pero en las que no se profundiza lo suficiente.
  • Y más cosas: no decir lo que pensamos en una conversación, no dar nuestra opinión e un debate, no aclarar un malentendido, no intervenir para solucionar algo que está en nuestra mano, etc.

Son cosas ante las que uno diría: «hombre, tampoco es para tanto. El proyecto no se va a bloquear por eso». Y es verdad, el proyecto sigue su curso. Pero tú no. Porque muchas veces esos pequeños cabos terminan por atraparte, y aunque te puedas zafar de ellos, cuesta. Y te desgastas de más en algo que podía haberse solucionado mucho antes con menos.

¿Cómo corregir esa tendencia?

Yo no conozco otra manera que armarse de iniciativa y proactividad.

¿Y cómo se lleva eso a la vida real? Estando por encima de las cosas. Yendo por delante de las tareas en lugar de perseguirlas. No perdiendo de vista el objetivo de las cosas. Teniendo claro lo que hay que hacer (y lo que no hay que hacer). Sabiendo que a más cabos sueltos más trampas, más lentitud, menos eficacia.

Si dectectas un cabo suelto, un frente abierto, un problema a medio resolver… justo en ese momento es cuando tienes que parar y anotar. Anota una tarea, una próxima acción para amarrar ese cabo.

Así y todo, aunque uno esté súper alerta y enchufado, los cabos tienden a soltarse (¡las cosas se nos escapan!). Por eso, muchas veces, hay que ir a la caza de cabos sueltos preguntándote: «¿Está todo atado y bien atado?»

  • Revisa con regularidad el estado de tus proyectos.
  • Comprueba el estado los rincones clave de tu actividad.
  • Haz un seguimiento concienzudo de tus clientes estrella o los puntos más calientes de tu trabajo.

Hay que asumir que siempre se quedará algún cabo suelto. Porque entre trabajo, vida personal y familiar cargamos con un montón de tareas y actividades. Esto no va de «hacerlo todo bien». Va de mejorar.

Lo importante en el fondo es atar cuantos más cabos mejor, e intentar que ninguno de ellos te atrape los pies y te impida ir adelante, o incluso te tire por la borda. Al fin y al cabo, para navegar, hay que avanzar.


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