El poder de los rituales en el trabajo

Stephen King, Ernest Hemingway, Winston Churchill, Barack Obama, Haruki Murakami… Todos ellos fueron o son personas de rituales a la hora de trabajar. Seguidores de costumbres que les han ayudado a ser más disciplinados, eficientes y productivos. ¿Para qué sirven los rituales?

No lo puedo remediar, pero cada vez que digo «rituales» instintivamente pienso en la escena final de Indiana Jones y el Templo Maldito. Pero no, no es eso ;-)

Los rituales tienen que ver con tus rutinas. Son una serie de gestos que se hacen justo antes de empezar una cosa, o bien al concluirla. Son cosas que se repiten como fórmula para hacer bien algo que viene a continuación, o como broche y cierre a algo que se ha terminado.

Utilizar rituales o seguir rutinas de trabajo es como saltar sobre un trampolín. Algo fácil de hacer pero que te da el impulso que necesitas para zambullirte en el trabajo.

Los rituales antes de hacer algo sirven para prepararte, para que lo próximo que vas a hacer salga mejor, para estar más concentrado, para ser más consciente, para eliminar dificultades (como por ejemplo distracciones), para estimularte, para relajarte, para aclarar tu mente.

En cambio los rituales después de hacer algo sirven para poner un cierre, para evaluar y hacer un análisis, pero también actúan como puente y transición entre actividades distintas.

Los rituales cobran más importancia en ciertos momentos del día o ante ciertas actividades, como el inicio de tu jornada de trabajo o cuando estás a punto de hacer tus tareas Clave. Esa preparación con los mismos gestos a la hora de hacer esas tareas tan importantes, te permite dejar menos espacio a la improvisación y algo muchísimo más importante: cerrar el paso a las distracciones.

Mi ritual de la mañana

Cuando no estoy viajando siempre empiezo el día de la misma forma: mientras me aseo y practico el Enfoque de la mañana, repito una frase del gran Miles Davis: «Mi futuro empieza cada mañana». Luego, tras preparar té, voy a mi despacho y empiezo a escribir. Lo hago en una pantalla en blanco en la que sin embargo ya hay una frase que he dejado preparada desde del día anterior (habiendo empezado el artículo con una frase luego me resulta más fácil continuarlo).

Mi ritual ante tareas importantes

Básicamente consiste en una serie de medidas antidistracciones. Gestos elementales que me permiten trabajar más y mejor: pongo mi teléfono móvil en modo silencio y boca abajo; cierro todas las aplicaciones y herramientas que no necesito; si voy a redactar algo abro la aplicación a pantalla completa; y finalmente quito de mi alrededor cualquier papel, carpeta o todo aquello que no necesito. Y antes de empezar, siempre me digo a mí mismo qué hay detrás de esa tarea (le doy un sentido).

Mi ritual para cerrar el día

Cada día termino haciendo mi planificación del día anterior. Y a continuación recojo y limpio tanto mi mesa de trabajo como el escritorio de mi ordenador para borrar todo rastro de actividad. Ese gesto, más que pulcritud, busca «resetear» mi zona de trabajo para que al día siguiente, cuando llegue, encuentre un lugar despejado que me invite a hacer.

También tengo rituales y rutinas cuando quiero trabajar en un aeropuerto o en un tren, o el día antes de dar un seminario, o cuando los fines de semana quiero ordenar y limpiar la casa.

Son cosas que forman parte de cómo hago las cosas. Gestos que repito y que me han ayudado a ser más disciplinado, aprovechar el tiempo o encontrar la creatividad que espero en ciertos momentos. Por eso soy fan de los rituales y las rutinas de trabajo.


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