He sido víctima de un engaño monumental: el Trabajo Duro

Lo reconozco. Durante muchos anos fui víctima de un engaño monumental. Se llama “trabajar duro”, todavía está muy extendido, y en él caen a diario millones de personas. Sí, y yo fui una de ellas.

Trabajar Duro

Tengo 46 años y durante la mayor parte de mi vida me engañaron (o me dejé engañar) por el “XXX duro”. Primero con el “estudia duro”, y su variante “hincar los codos”. Luego ya con el clásico “trabaja duro y conseguirás todo lo que te propongas”. Lo que me asusta es que sigo escuchándolo. Muchísimo. Cuando en realidad deberíamos escuchar y seguir otras fórmulas o perspectivas. Si no, tendremos más de lo mismo: descontrol, estrés, bajos resultados, insatisfacción.

¿Y qué signfica exactamente “trabajar duro”?

Yo me lo he preguntado durante mucho tiempo. Y lo pregunto porque me gustaría una respuesta clara y específica…

¿Trabajar duro es echar muchas horas? ¿Más horas que la semana pasada? ¿Es trabajar sábados y domingos? ¿Es ir a más reuniones más que ayer? ¿Es decir “sí” a todo lo que pueda? ¿Es estar más tiempo en el Correo o enviar más mensajes? ¿Es hacer mis listas de tareas más grandes? ¿Es apretar los dientes cuando estoy cansado? ¿Es marcarme más objetivos y más grandes que el mes pasado?

¿Es decirme frases motivadoras cuando las cosas no van bien? ¿Es estar siempre localizable? ¿Es responder a todos los mensajes cuanto antes? ¿Es crear y perseguir más prioridades y metas? ¿Es hacer multitarea para atender a todos los frentes posibles? ¿Es correr más cuando mi jefe o clientes piden algo? ¿Es actuar más rápido como si todo fuera urgente? ¿Es aprender más, leer más, suscribirme más y ver más contenido? Lo pregunto en serio, ¿qué significa exactamente “trabajar duro”?

El trabajo cambia… cambia tú también

Cada año que pasa el trabajo se complica más. Cada vez hay más información, más herramientas, más presión, más proyectos y más tareas. Todo corre a más velocidad y los demás también aprietan más. Ante ese difícil panorama mi respuesta fue la que había escuchado desde niño, y la que constantemente me rodeaba: trabaja duro, corre, echa horas, aprieta más. Lo hice así porque me había dejado llevar por la idea de que toda adversidad se soluciona a base de voluntad y horas.

La forma de “trabajo duro” que me ha funcionado ha sido moverme con criterios, crear una red de hábitos a mi medida, y diseñar un método para trabajar mejor con menos esfuerzo.

Así y todo, por supuesto que no todo es color de rosa. Hay días de mierda y cosas que se tuercen; muchas veces porque yo no lo hago bien. Pero tengo clarísimo esto: si supero los retos que me pone el trabajo, no es por “darle duro”, sino por trabajar de forma más inteligente. Con criterio, hábitos y método.

Trabajo inteligente… ¿y eso qué es?

Trabajar guiado por unos criterios, un rumbo y una intención. Trabajar impulsado por unos hábitos elegidos y construidos a propósito. Trabajar siguiendo un método y un sistema que aligera y simplifica la carga diaria de proyectos, clientes, urgencias y correos.

¡Claro que hay que “echar horas! El trabajo no se hace solo y requiere de tiempo, energía y atención. El trabajo duro ya se te supone. Pero primero hay que hacerlo con criterio, hábitos y método.

Haber invertido en crear mi red de hábitos de trabajo, seguir empeñado en actualizar y mejorar mi sistema operativo personal, no me han hecho más productivo. Realmente eso nunca me ha interesado, no es lo que en el fondo busco. Sino tomar el control de mi trabajo, construir y avanzar sin ahogarme cada día, y disfrutar de verdad de mi vida personal y familiar, que es mi verdadero tesoro.

Creo que cada año que pasa necesitamos más rumbo y dirección, y menos “caballos” y fuerza bruta. Casi en el 2019 que estamos, necesitamos más trabajo inteligente y menos trabajo duro.

Gracias por haberme acompañado en esta reflexión.


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