Mis 7 Reglas de Oro para utilizar Whatsapp sin volverme loco

Comparado con la mayoría de la gente, yo empecé a utilizar Whatsapp anteayer. Cuando por enfermedad de mi padre tuve que utilizarlo para coordinarme con mis hermanos, tenía una cosa clara: me iba a enganchar, como la mayoría. Por eso tenía que ser yo quien pusiera primero las reglas para utilizar Whatsapp sin volverme loco.

Utilizar Whatsapp sin volverme loco

No sé si soy el campeón del uso más óptimo de Whatsapp. Pero lo tengo controlado. Y para mí eso ya es bastante. Tengo clarísimo que si no hubiera puesto primero mis hábitos, antes que la aplicación, me hubiera vuelto loco. Porque seguro que igual que yo, habrás visto a las personas más cuerdas y centradas autenticamente agilipolladas por el (mal) uso de esta aplicación. Sí, está pasando…

Whatsapp forma parte ya de mi vida. Y dentro de las cosas que no me convencen, me gusta, la verdad. La utilizo principalmente para hablar con la familia, enviar alguna foto de mis viajes y mis perros, pequeñas cosas de casa, y escribir a algún amigo para quedar.

Estos son las siete reglas concretas (¡de oro! para mí) me han ayudado a «utilizarlo con eficacia»:

  • 1. Nunca lo utilizo para cosas del trabajo
    Bueno, sí, pero para cosas muy puntuales y menores. Sobre todo cuando estoy de viaje por cursos, para comentar alguna cosa con la persona de contacto de la empresa a la que voy: «en 10 min estoy por ahí», «hay algo de atasco, llego un pelín tarde», «haremos la pausa del café a las 11»… cosas así. JAMÁS para hablar de algo medianamente serio como un contrato o el temario de un seminario. En ese caso, desvío a la persona a mi correo o una llamada de teléfono, que es como las personas serias tratan las cosas serias.
  • 2. Los grupos los utilizo y me salgo en cuanto puedo
    Intento ser «mister antigrupo». Porque son una trampa mortal en la cada día caen millones de personas, y una de las causas de que esta aplicación haga tanto daño. Porque escalan, y el volumen de mensajes que generan es salvaje. Ahora bien, utilizados puntualmente, los grupos son utilísimos. Pero ojo, de cuando en cuando y si está justificado. Si soy yo el que lo creo, lo elimino pasado el evento o la ocasión. Y si me añaden a uno me salgo en cuanto puedo. No, no me importa dejar a mi paso muchos: «Berto ha dejado el grupo».
  • 3. Personalizo y controlo las notificaciones
    Para empezar a los grupos les quito la notificación, sólo lo tengo para los mensajes. Porque conozco personas con más de 15 grupos que cada tres minutos reciben una notificación. Y el volumen de «dings» es salvaje (el caso es que no les pagan por eso y además tienen otra vida, trabajo, Correo…) Por otro lado, como hago con mis otras distracciones, las elimino cuando necesito cierta concentración, o me interesa disfrutar de un momento mío o junto a otros: una película, un café, un libro…
  • 4. Nunca empiezo el día revisando o contestando mensajes
    Si no lo hago con el Correo… no lo voy a hacer tampoco con Whatsapp. Tras el desayuno, arranco el día con la tarea más importante del día. Es mi hábito favorito y nunca le fallo (él tampoco a mí). Elijo esa tarea el día anterior y antes de terminar el día lo dejo todo preparado para empezarla a tope. Luego, en la primera pausa para el café, sí reviso ciertos mensajes.
  • 5. Contesto lo que me interesa cuando me interesa
    En Whatsapp tengo una rutina similar a la del Correo: atiendo los mensajes que me interesan y otros los dejo para otro momento. No hay necesidad de contestarlos todos en cada momento, y mucho menos cuando entran. De lo contrario, el nivel de multitarea, interrupciones y cachondeo, llegaría a niveles épicos. (Si pasa algo —y hablo de urgencias—, sé que los de casa o mis hermanos me llamarían.)
  • 6. Utilizo atajos de teclado para escribir más rápido
    Me interesa escribir rápido en Whatsapp porque así puedo salir de ahí antes. Por eso, aprovechando esa funcionalidad de mi teléfono, puedo escribir frases típicas con menos esfuerzo: «Llego en 5 minutos», «Ahora no puedo, te llamo luego», «Estoy de viaje, te escribo al volver al hotel», «No lo hablemos por aquí. Escríbeme mejor al correo», cosas así. Basta con detectar frases habituales (tendrás mil), asignarles una abreviatura, y reutilizarla tantas veces como necesites. (Estos atajos también me ayudan a sobrellevar una limitación mía: soy la persona más lenta del planeta escribiendo en el teclado virtual de un teléfono. Debe ser una tara mía.)
  • 7. Sé parar a tiempo y decir «adiós»
    Si la conversación se alarga, si no está aportando, o si quiero enfocarme en otra cosa, no tengo ningún reparo en cortarla. Claro que no dejo a nadie con la palabra en la boca, pero paso de regalar mi Tiempo a un chat. Tengo cosas más importantes en la vida. Así que no dudo en decir «te dejo que tengo cosas que hacer», o , «ya lo hablamos en persona que por aquí se alarga».

Con todas estas cosas intento convertir en hábito algo que me interesa recordar cada minuto: que esta aplicación es una buena herramienta, pero es eso, solo una herramienta. Así he conseguido utilizar Whatsapp sin volverme loco.

Y es que con Internet y las aplicaciones, aprendí hace años una verdad que a muchos les está costando la salud: o las controlas tú, o serán ellas las que te controlen a ti.


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